viernes, noviembre 22, 2024

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El modelo de desarrollo turístico: costos, contradicciones y transformaciones

“Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”

 Jorge Luis Borges

 

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Alfredo César Dachary

El turismo, como un producto de la revolución industrial y de la gran transformación que ésta generó en la sociedad; fue un producto inicialmente de consumo suntuario pero con las décadas se ha ido transformando al ritmo de la sociedad y con ello aumentando sus compradores mundiales y transformándose de una tradición en un producto muy deseado dentro de la sociedad de consumo. En forma paralela, los nuevos pobres urbanos, el naciente proletariado industrial  comienzan a descubrir nuevas manera de ocio, incluido el viaje en tren para conocer el mar.

Cuando los nobles y los burgueses emergentes decidieron llegar al mar en busca de una cura de la acedia medieval (nostalgia) – hoy se podría decir estrés – iniciaron un peregrinar que los llevaría al mar, a las termas y a otras formas de cura desde el viento al sol, todo como lo prescribían los primeros “médicos naturistas y sociales de la época”, los Higienistas.

En el siglo XIX, nacen los grandes hoteles, que replicaban a los palacios y junto a ellos los grandes restaurantes, copia de la cocina creada en la tradición de la nobleza y con ello la nueva clase emergente comienza a consumir, a aprender y disfrutar de un nuevo tipo de ocio: los viajes, las fiestas y los banquetes.

El parque de diversiones más antiguo que sigue en funcionamiento hasta la fecha es el Parque Bakken, al norte de Copenhague, capital de Dinamarca, abierto en 1583. Con la revolución industrial en auge, a comienzos del siglo XIX, el desarrollo de la industria de la diversión se transportó a América, especialmente a Estados Unidos, que con la gran riqueza que se estaba generando había necesidades de ocio y diversión para grandes grupos humanos.

Cuando comienza a desarrollarse la industria eléctrica, que dio lugar al nacimiento del tranvía, los dueños de algunas líneas no querían perder pasajeros durante los fines de semana, así que promovieron la construcción de lugares de entretenimiento al final de las líneas de tranvías que ofrecían campos abiertos para hacer días de campo, salones de baile, juegos, restaurantes y algunos paseos a la orilla de un lago o del río.

Así aparecen los primeros parques de diversiones, comenzaron a través de todo Estados Unidos, y éstos entraron en su era dorada en la Exposición Mundial de Chicago en 1893 donde se presentaron juegos mecánicos como la rueda de la fortuna y montañas rusas, que ya requerían de una cierta tecnología para lograr mayor seguridad.

Paul Boynton inauguró el primer parque de diversiones moderno al sur de Chicago con el nombre de Paul Boynton’s Water Chutes, que a su vez fue el parque donde por primera vez se cobró la admisión general para el área en la que ubicó los juegos mecánicos, y éste sirvió de inspiración a otros pioneros de la industria, como Coney Island en New York que abrió en 1895 y que resultó un gran éxito en su tiempo.

De estos primeros parques masivos de diversiones será hasta la mitad del siglo XX, cuando el genio de Disney creara la primera ciudad “falsa” o de fantasía, que fue Disneylandia y con ello inauguró un nuevo tipo de turismo, el familiar pero orientado al disfrute de estos complicados juegos y grandes eventos que a la gente les hacía pensar que estaban en un cuento de hadas.

Para otro público, diferente en todo, los empresarios norteamericanos del dinero fácil, con una gran experiencia en el Caribe, especialmente en Cuba, crearon una ciudad del juego, Las Vegas, donde la primera diversión además de éste y su contraparte, el consumo de alcohol y la industria del sexo, era ver el hongo de las explosiones atómicas.

Robert Venturi fue de los pioneros en analizar a Las Vegas, a la que definió como ciudad mensaje, ya que está hecha de signos que funcionan para comunicarse y no como la ciudad normal que está hecha con signos que comunican para funcionar.

Para Umberto Eco, Estados Unidos tiene muchas ciudades falsas, además de Disneylandia, y éstas son reconstruidas sobre un viejo tejido urbano, otras son imitaciones o fragmentos de ciudades, como Stone Mountain en Atlanta, ranchos reconstruidos, islas de piratas, pueblos hawaianos, tahitianos y muchas más.

Para Marisol Facuse, cuando proyectamos un mundo y una sociedad alternativos, este espacio de alteridad creado en el imaginario se construye a partir de elementos de nuestra realidad social y política, interviniendo simultáneamente en el espacio de lo real. En este sentido, la utopía nos interroga a propósito de los límites entre lo real y lo irreal, entre los hechos y la invención.

Por ello para Martin en su ensayo “Disneylandia, una utopía degenerada”, la define como una ideología realizada en forma de mito, entrelazando la ficción con el comercio, que es algo muy real, ya que las mercancías que venden son reales y lo falso es la creación del deseo de comprar, por ello ésta es la esencia del consumismo.

De allí que cuando se mezcla la ficción con la realidad hacen posible el goce y el consumo, que en la segunda obra, Disney World, ya se superó la ciudad falsa del  juguete y emerge un modelo agregado urbano del futuro.

La ciudad artificial llega a los países de la periferia, para unos como la única salida, el mundo de las islas y sus enclaves de lujo, frente a los mares de miseria, el otro los territorios alejados de las zonas urbanas donde comienza a construirse el “mundo mágico” del turismo.

Ya no hay parques de diversiones, éstos eran una expresión de la vanguardia del ocio industrial, eran los reyes del fin de semana que se construyó como realidad desde el siglo XIX y como tal fue ascendiendo hasta ser hoy una realidad aceptada por todos y ampliada por los gobiernos en favor del turismo, cuando hacen coincidir fiestas con el fin de semana y éste se transforma en una mini vacación o “fin de semana largo”.

En México hay un solo destino que entendió que esa era la nueva etapa del turismo global, ya que la mayoría de los visitantes son de Estados Unidos, donde se dieron los parques de diversiones más grandes del mundo y hoy los parques temáticos y las ciudades falsas más importante de América, este corredor no podía estar rezagado. Allí está la parte medular del éxito de Cancún y el corredor Riviera Maya, una fiesta continua, atracciones encadenadas, grandes parques temáticos y pequeños lugares de ocio incluido una larga lista de cenotes y senderos en la selva, además de las grandes ciudades mayas, un atractivo basado en el monumentalismo histórico de estos resabios de la gran cultura mesoamericana.

Acapulco lo tiene como tragedia, Ciudad Renacimiento es la mayor concentración de pobreza y violencia de la zona costera-turística y en medio de sus áreas de extrema  violencia aparecen pequeñas islas de encanto que parecen vivir en las nubes, mientras los visitantes no salgan a enfrentar la realidad.

Hay parques temáticos de diversión y otros de exclusión, estos últimos se denominan amenazas, los primeros son oportunidades, competitividad, valorización del destino; los segundos son los lastres de éste que terminan hundiéndolo, ni el turismo ni la propia realidad pueden huir de estas formas que asumen las enfermedades sociales generadas por la asimetría y la falta de políticas de apoyo a los sectores con menos ingresos, que en todo el país son más del 80%, si tomamos la media del 50% de pobres y el 32% de población que es vulnerable y por ello vive en el límite de la pobreza.

Por ello, el turismo que en su magia, como el cine o las novelas logra transformar la realidad y hacerla un verdadero discurso “positivo” o alegre, o de emociones, o simplemente de atracciones, no puede borrar los costos que genera porque éstos son acumulativos y se comienzan a expresar de manera muy diferente pero siempre son expresiones de amenaza a este modelo de negocio complejo que en el caso de México está ubicado entre las tres primeras actividades económicas.

El turismo ha caído victima de su propia forma de presentación, que reduce a ésta a los alojamientos y los lugares de consumo del visitante, desconectándose de la ciudad de acogida, de los pueblos de apoyo, de la región sostén, y es allí donde se da esta compleja asimetría que es la base de la debilidad de él: la pobreza. Hoy Cancún, el primer destino de México, no tiene una Ciudad Renacimiento pero está cerca de lograrlo con la Colonia Puerto Juárez, y la Cruzada Nacional contra el Hambre lo puso en evidencia al colocar a este municipio, Benito Juárez, entre los que están amenazados por este flagelo.

Éstos son los costos del turismo como modelo de desarrollo; la verdadera función que tiene esta actividad económica, es generar placer para los que nos visitan y mejores ingresos y calidad de vida para los que lo hacen posible.

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Alfredo César Dachary es doctor en Ciencias Sociales.

Es Profesor-Investigador Titular C de tiempo completo en el Centro Universitario de la Costa. Universidad de Guadalajara. Puerto Vallarta. México. De 2000 a la fecha.

Director del Centro de Estudios para el Desarrollo Turístico Sostenible (Cedestur), Centro Universitario de la Costa. Universidad de Guadalajara. Puerto Vallarta. México. De 2000 a la fecha.

alfredocesar7@yahoo.com.mx

 

Norma Hernández
Norma Hernándezhttp://onbahiamagazine.com
Lic. en Turismo y profesional de la comunicación, con una pasión innata por el periodismo y una experiencia de 33 años en esta profesión. A lo largo de su carrera, ha desempeñado roles destacados como editora de periódicos y revistas, lo que le ha permitido adquirir un conocimiento profundo del mundo editorial y una visión privilegiada sobre cómo contar historias de manera efectiva. Sin embargo, su verdadera pasión se encuentra en la escritura de turismo, gastronomía y viajes.
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