Por Norma A. Hernández / PUERTO VALLARTA,JALISCO.- Como periodista gastronómico, pocas experiencias son tan gratificantes como presenciar una cena que trasciende lo culinario para convertirse en un homenaje a la riqueza cultural de un país. Este fue el caso de Mujeres de Norte a Sur, una propuesta de la chef Fabiola Meraz que, para conmemorar el primer aniversario de su restaurante A Mar y Sierra, reunió a un grupo de talentosas mujeres de distintas regiones de México.
La noche del 6 de noviembre, más que una cena, fue un diálogo entre sabores, técnicas y visiones que reflejan la diversidad de nuestro país y la fuerza transformadora de las mujeres en la gastronomía.
El cartel fue un verdadero lujo:
Lupita Vidal, chef de La Cevichería de Tabasco, trajo consigo la esencia del sureste, plasmando en cada bocado los sabores vibrantes y auténticos de su región.
Gaby Melchum, chef sommelier de Hacienda Guadalupe en Baja California, presentó un equilibrio perfecto entre cocina y vino, resaltando la importancia de la enología como parte integral de la experiencia gastronómica.
Natalia Coronado, chef de Yerba Mala Versalles en Puerto Vallarta, sorprendió con su enfoque innovador y fresco, destacando por su capacidad de reimaginar la cocina local.
Y, por supuesto, la anfitriona, Fabiola Meraz, quien no solo lideró esta sinfonía de sabores, sino que también puso de manifiesto su compromiso con crear experiencias que celebren nuestras raíces.
Además, la velada contó con dos invitados que elevaron aún más la experiencia: Diego Ramírez, mixólogo de Raicilla Hacienda El Divisadero, quien preparó cocteles únicos que parecían capturar la esencia misma de México,ya que cada sorbo complementaba los platillos de manera armoniosa y multisensorial.
Daniel Sánchez, enólogo de Vinícola Hacienda Guadalupe, quien seleccionó vinos que fueron el complemento perfecto para cada platillo, destacando la riqueza del Valle de Guadalupe.
Cada detalle de la cena estuvo pensado para sumergirnos en un viaje sensorial único. Desde la textura de los ingredientes hasta los aromas de los vinos y la creatividad de los cocteles, todo convergió en una narrativa que honró la conexión entre gastronomía y cultura.
Como asistente, me llevé mucho más que una experiencia culinaria: fue un recordatorio de cómo el talento y la pasión pueden unir Norte y Sur en una misma mesa, celebrando a México con cada plato servido y cada copa alzada.