Por Norma A. Hernández / PUERTO VALLARTA, JALISCO.- Alexis García, reconocido como el Mejor Maestro Artesano Pastelero de España 2024, llegó por primera vez a Puerto Vallarta para compartir su conocimiento y su corazón. Más que una visita técnica o promocional, su presencia se ha convertido en una oportunidad para descubrir a un hombre profundamente apasionado por su oficio, sensible, reflexivo y con una visión humanista de la gastronomía. Y es que, no solo es un referente en su país; es también un defensor del aprendizaje desde el hacer, del legado familiar, y del pan como símbolo de vida y cultura.

“No fui a una escuela de pastelería”, dice sin rodeos durante la entrevista, realizada en un breve receso de la clase magistral que impartió a un grupo de profesionales de la cocina. “Vengo de una panadería familiar, aprendí desde el oficio, desde la práctica, y más adelante, por mi curiosidad, me fui formando. Leí mucha literatura sobre tecnología de los alimentos. Me interesa entender cómo interactúan los ingredientes. No solo por técnica, sino por pasión”, expresa.
Y es que para Alexis, la pastelería y la panadería son dos mundos distintos que requieren actitudes diferentes.

“La pastelería es matemática y química: uno más uno siempre es dos. En cambio, en panadería, uno más uno nunca es dos. A veces es tres, o uno y medio, depende del día, del clima, de tu estado de ánimo. Porque el pan está vivo. Trabajas con bacterias, con levaduras, con masa madre… Es un proceso sensorial, tienes que tocar, oler, sentir la masa”.
Su voz se vuelve aún más cálida cuando habla del pan como algo más que alimento: “La masa es como una persona. Si le das cariño, te responde. Si la tratas mal, lo notas. Por eso, hacer pan es un acto de sensibilidad. No cualquiera puede ser panadero”, recalca.

México, un reencuentro con la cercanía cultural
Aunque ya había estado en México hace algunos años, esta visita ha sido distinta. En parte porque vino a trabajar, pero también porque llegó desde otro lugar emocional. Invitado por la empresa Savencia —un grupo francés especializado en productos lácteos y de chocolate—, Alexis forma parte del equipo técnico de la reconocida marca Valrhona, y fue a través de su filial ecuatoriana, República del Cacao, que se abrió la oportunidad de recorrer Yucatán y luego aterrizar en Puerto Vallarta.
Aquí fue recibido por el chef Arquímides Colmenares y por Alejandro Herrera, gerente del restaurante Casa Cayaco, con quienes desarrolló una colaboración para impartir una clase magistral especializada en pastelería para restaurantes, dirigida a chefs, cocineros y profesionales de la repostería, así como para encabezar una cena maridaje de tapeo con inspiración canaria y técnicas mixtas entre cocina y repostería.

“La relación con Casa Cayaco surgió de forma muy bonita”, cuenta. “Nos conocimos hace un año en Tenerife, gracias al chef colombiano Pedro Nel Restrepo. Me hablaron maravillas de Vallarta y ahora que estoy aquí… no tengo billete de regreso. Mi esposa y yo estamos encantados. No descarto quedarme más tiempo”.
Y aunque reconoce que desde Europa no siempre se tiene una imagen justa de México, asegura que lo que ha encontrado aquí es hospitalidad, respeto, profesionalismo y una riqueza cultural profunda: “A veces en Europa solo llegan malas noticias, y eso crea miedo. Que si no alquiles coche, que si no andes solo… pero eso pasa en todas partes. Lo cierto es que en México el 99.9% de la gente es buena. Me siento en casa”.
Sabores que cuentan historias
La sensibilidad de Alexis por la gastronomía va más allá del paladar. Tiene una mirada casi poética sobre los sabores y su capacidad de comunicar: “Cuando pruebo un nuevo sabor, enseguida pienso qué historia podría contar con él. Para mí, cocinar es una forma de transmitir cultura. Cuando un cocinero hace un plato, cuando un pastelero hace un postre, está contando algo de sí mismo, de su tierra, de su gente”.
Así le ha sucedido en México, donde además de aprender, ha redescubierto sabores familiares que lo conectan con sus raíces canarias. “En Yucatán probé una harina de semillas de calabaza tostada que es exactamente igual al gofio canario, una harina de maíz tostado que ayudó a alimentar a muchas familias tras la Guerra Civil Española. Es increíble cómo las culturas pueden estar tan lejos geográficamente y tan cerca en esencia”.

En la península yucateca también probó un platillo que lo sorprendió: “Era como un escaldón canario —una papilla con base de harina tostada y caldo de pescado—, pero en vez de proteína tenía tomate tatemado. Era la misma base, pero con otro relato, otra historia. Esa cercanía cultural es algo que me conmueve”.
Y entre los sabores que lo han fascinado están las frutas tropicales mexicanas. “Me encantan. Me estimulan muchísimo. Son sabores nuevos que enriquecen mi biblioteca gustativa y me permiten crear con emoción. Estoy deseando reinterpretarlos”.
Entre la cocina y la pastelería, un puente creativo
En la cena de tapeo en Casa Cayaco, Alexis presentó un menú inspirado en su tierra, pero reinterpretado con técnicas pasteleras y de cocina salada. Porque no cree en los compartimentos cerrados. Para él, la cocina y la pastelería deben dialogar. “Muchos pasteleros se quedan en su mundo, pero yo siempre me he rodeado de cocineros. Tengo más amigos cocineros que pasteleros. Me nutro mucho de la cocina, de sus técnicas, de cómo tratan el producto. Creo que los pasteleros deberíamos mirar más hacia la cocina y aprender de ella”.


Su propuesta para la cena no fue ni puramente dulce ni puramente salada, sino una mezcla creativa, una conversación entre lo que sabe y lo que intuye. “Me gusta jugar con los límites. Mostrar un producto salado desde una mirada pastelera o viceversa; sorprender y, sobre todo, emocionar”.
Enseñar como acto de gratitud
Más allá de la cocina, lo que realmente distingue a Alexis es su entrega. No se guarda nada, y cada clase es para él una oportunidad de devolver lo que ha recibido. “Mi abuelo decía que hay que ser agradecido. Yo lo soy. Si alguien invierte su tiempo en aprender de mí, yo le entrego lo que tengo. Doy mi número, me mantengo en contacto. Para mí enseñar no es trabajo, es compartir”.
En cada clase magistral se lleva algo: amigos, historias, nuevos puntos de vista. Y deja algo más que recetas, deja inspiración. Porque su pasión no es solo hacer un buen pan o un gran pastel, su pasión es hacer que otros también puedan hacerlo; y eso, en un mundo de prisa y competencia, es un acto de generosidad poco común.