Guillermo Rodríguez Isiordia es propietario del primer restaurante que abrió en Sayulita hace ya más de medio siglo; es hijo de Ruperto Rodríguez Avalos, quien le cocinaba mariscos al ex presidente Luis Echeverría Álvarez
On Bahía Magazine / RIVIERA NAYARIT.- Restaurante “El Costeño”, el primero de que se tiene registro en Sayulita, cumple ya más de medio siglo de vida y su propietario, Guillermo Rodríguez Isiordia, lo festeja como sólo él sabe hacerlo: Trabajando.
A don Guillermo, todo el mundo en Sayulita le conoce como “Guango”. Él mismo, cuando se le pregunta su nombre, refiere sonriente su apodo.
Es un hombre de gran sencillez, pese a que ha sido testigo de una parte importante de la historia de estos pueblos de Sayulita, San Pancho y Lo de Marcos. Viste siempre con playera blanca de cuello “V” y con frecuencia le acompañan en el restaurante algunos de sus muchos amigos pescadores, con los que se la pasa hablando albures o palabras de doble sentido.
“Guango” fue testigo del proyecto Tercer Mundo de Luis Echeverría en San Pancho, el pueblo costero vecino. Refiere diversos episodios de las esporádicas estancias del ex presidente en esta parte de la costa, como cuando el ejidatario Darío Peña le pidió a Don Luis que dejaran fuera del decreto expropiatorio del Fideicomiso de Bahía de Banderas al pueblo de Sayulita.
Un negro bigotón le dijo al ex Presidente: “¿Lo estás oyendo? Anótale”. Luego otro ejidatario le dijo: “Aparte, don Luis, queremos que nos regale una casa. Mire las de nosotros cómo están”, y le dijo a uno de sus funcionarios el ex Presidente: “Hazles tres modelos de casa, para que cada ejidatario escoja la suya”.
Como resultado de esas peticiones, el pueblo de Sayulita quedó fuera de la expropiación y gracias a eso los accesos al mar están garantizados. En cuanto a las casas, se hicieron en Sayulita, Lo de Marcos, San Pancho e Higuera Blanca.
“Todavía están, aunque muchos las transformaron, pero quedan algunas en la primera calle que corre paralela a la playa… como la de Feliciano Monteagudo, hasta con Trujillo, en Sayulita, también quedan algunas completas”, refiere.
Recuerda el “Guango” que Luis Echeverría fue el promotor de la Universidad del Tercer Mundo en San Pancho, así como del hospital, que sigue funcionando. La universidad ya no existe. Y a cada ejidatario de San Pancho les hicieron una casita para que les diera alojamiento a los estudiantes que venían, pero todo se acabó. Sólo queda la historia.
Como consecuencia de ese experimento sexenal, en San Pancho había fábricas de carnes, embutidos, fábrica de leche, de conservas de mangos y otras frutas, jugos enlatados que los mandaban a otro lado; había mucho trabajo, desde la fábrica de jabas en donde hoy está la secundaria, que se hacían con jiote, un árbol que no sirve para otra cosa.
Medio siglo de «El Costeño»
Su padre, Ruperto Rodríguez Avalos, fundó “El Costeño” en Sayulita hace 50 años aproximadamente, aunque empezó primero con una cantina. Había un chef que se llamaba Bernardo, del Hotel Camino Real, que llegaba a Sayulita a pasar los domingos y que le gustaba ir a pescar, lo que hacía acompañado de un primo conocido como “Chiripa”.
Fue él quien le dio a su padre dos consejos importantes, le dijo: “No pelees con borrachos”, y el segundo: “Enséñate a cocinar”. Tan bien lo aprendió que después le cocinaba al mismísimo presidente Echeverría y llegó a hacer comida hasta para 300 personas. “En algunas ocasiones yo le ayudaba”, refiere el “Guango”.
En “El Costeño”, refiere Guillermo, “mi padre cocinaba y mesereaba, y trabajaba todo el día”. Luego él mismo, para sacar unos 100 pesos, recuerda que se quedaba con los borrachitos, vendiéndoles cervezas hasta que amanecía, porque en Sayulita no había nada.
Hoy todo es diferente. En “El Costeño” hay alrededor de 10 mesas, y se han servido desayunos hasta para 600 o 700 personas, comenta satisfecho Guillermo, quien guarda entre sus recuerdos muchos pasajes históricos de la región, y sobre todo vivencias y tradiciones de Sayulita, que él mismo recopila ya en una serie de escritos.
PARA SABER:
En “El Costeño” hay alrededor de 10 mesas, y se han servido desayunos hasta para 600 o 700 personas